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Quienes se dedican a la Educación entienden que no es la Escuela, o en nuestro caso, la Universidad, el único de los factores que intervienen en el proceso educativo. Están la familia y la economía; están los medios masivos de comunicación, el medio y los maestros. Y, sin embargo, hoy por hoy, una Universidad en que haya un profesor con personalidad, dedicación y afecto, tiene una importancia básica y fundamental en el desarrollo de las personas.

La Obra Lasallista surge de una impresión:

Impresionados por el desamparo humano y espiritual “de los hijos de los artesanos y de los pobres”, Juan Bautista De La Salle y sus primeros Hermanos consagraron toda su vida a Dios, en respuesta a su llamada, para darles una educación humana y cristiana… Renovaron la escuela de su tiempo para que fuera accesible a los pobres y para ofrecerla a todos como signo del Reino y medio de salvación.

A partir de este relato fundacional podemos preguntarnos los lasallistas de hoy ¿Qué situaciones de los jóvenes nos impresionan?

A propósito de la celebración del 15 de mayo, conviene recordar de dónde viene la palabra maestro. Magíster, aquél que es capaz de hacer magis: más a los demás. Allí donde hay una persona capaz de hacer más al otro, ahí hay un maestro; para que esto sea cierto, a la vez el magíster tiene que ser minister, es decir, que se haga menos así mismo, que se haga servidor, pero sin perder su propia estatura; poniendo al alumno sobre sus propios hombros para que éste pueda contemplar nuevos horizontes.

En la Universidad queremos ser magíster y minister y, sin embargo, nos encontramos con que es mucho el mal del mundo y que muchas de las situaciones que hoy viven nuestros estudiantes nos rebasan, y aunque queramos, no podemos con tan grave desafío. Es aquí cuando hay que recordar que, a pesar de todo, el maestro educa en medio de lo difícil, lo complejo, lo duro, lo cansado y lo desconcertante; convirtiéndose en una verdadera autoridad.

Autoridad viene de autoritas, sustantivo derivado de un verbo latino irregular cuyo presente de indicativo es augeo; su perfecto es ausi, su supino auctum, de donde viene autoritas y de ahí las palabras auge, aupar, elevar, auxiliar, ayudar a ser, auctum = hacerle autor de su autoría, responsable de su libertad, autorizar = hacer autor.

Santo Tomás de Aquino en el siglo III decía que para educar hacían falta tres condiciones:

  • Nutritio; en esa época muchos niños llegaban sin nutrir; tantos siglos después estamos igual…el buen maestro, si puede, deberá dar un pedazo de pan a su alumno porque es una crueldad obligarle a aprender con el estómago vacío. ¿Cómo obligar a un pájaro a que nos deleite con su canto si llega a nuestra ventana con el ala rota? Muchas familias hoy se ven deterioradas a causa de tantas cosas…cuando no funciona la familia, la escuela es el lugar donde el niño y el joven pueden encontrar ese espacio donde desarrollarse plenamente.
  • Instructio: instruire, ireinstru; significa “ir dentro”, penetrar hacia lo profundo, desactivar la superficialidad, no quedarse en la erudición porque eruditio quiere decir rascar, quedarse en la superficie, en la corteza. El erudito es alguien que sabe fechas, datos, es elocuente pero no ha profundizado en la realidad, no ha tocado el corazón y, por tanto, no puede enseñar para la vida. Enseña para la superficie, para la galería, para el lucimiento. El entendimiento alumbra como las velas: ¡derramando lágrimas! Es gastarse como se gasta el gis en el pizarrón. He ahí la verdadera sabiduría que tiene que ver más con el sabor que con el saber.
  • Cuando, a veces, en lugar de sacar lo mejor de nosotros mismos sacamos lo peor, como dice Silvio Rodríguez lo más terrible se aprende en seguida y lo hermoso nos cuesta la vida; cuando lo único que sabemos es demostrar afecto a los nuestros, indiferencia a casi todos y odio a algunos, lo que nos hace falta es saber perdonar; es decir, saber conceder al otro la oportunidad para reestablecer un nuevo horizonte de sentido, para recuperar la vida, para esperar un mañana. Perdonar es que, al olmo viejo, hundido y en su mitad podrido, puedan salirle renuevos verdes desde lo profundo de su savia dormida. Es darle a la higuera la oportunidad de dar sombra y fruto antes de ser cortada de tajo.

No se entra a la verdad si no es por el amor decía San Agustín, y De La Salle repetía a sus maestros que más allá de cualquier método pedagógico está el amor con que educamos a nuestros alumnos viendo a cada uno como Dios mismo los ve. Alguien a quien no amo, me separa de él; alguien a quien amo, me predispone a entenderle. Muchos maestros que no aman a sus alumnos, producen en ellos rechazo hacia la materia que imparten. Por el contrario, muchos otros que aman a sus alumnos y muestran interés por ellos hacen fácil su difícil asignatura.

Como el zorro y el Principito, hay que domesticarnos, hay que crear lazos para lograr un verdadero proceso de aprendizaje: nutritivo, instructivo, reconciliador y afectuoso en el día a día del mutuo domesticarse.

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